Portada  |  30 julio 2021

En un año logró 2,3 millones de seguidores pero pide que no la llamen influencer: "Soy una fanfarrona profesional"

Para Elsa Majimbo, la aventura empezó hace poco más de un año con un simple teléfono y una bolsa de papas fritas.

Espectáculos

Por favor, no la llamen "influener", más bien "comediante y sensación en las redes sociales". Para Elsa Majimbo, la aventura empezó hace poco más de un año con un simple teléfono y una bolsa de papas fritas.

Desde entonces, esta joven keniana de 20 años se ha convertido en la estrella de internet, cortejada por las grandes marcas y elogiada por Rihanna o Beyoncé.

"Soy una fanfarrona profesional, es mi talento (...) Instagram, Facebook, Twitter, Snapchat, tantas plataformas para recordar a la gente que eres mejor que ellos", dice en una de sus entradas la joven de Nairobi, colocándose con indolencia sus gafas de sol negras.

A fines de marzo de 2020, en un mundo que se confinaba ante la emergencia del covid-19, esta estudiante de periodismo se jactaba en un video publicado en Instagram que "no le hace falta nadie", mientras engulle ruidosamente una bolsa de papas fritas.

"Y esta gente que me dice constantemente 'te echo de menos'... ¿Acaso pago tu matrícula de estudios, pago tu alquiler o te mantengo?", espeta en una mezcla de inglés y de suahili.

En sus vídeos, Majimbo encadena comentarios sarcásticos sobre la carestía de la vida, las mascarillas o los hombres a los que ama, de preferencia, ricos. Todo ello salpicado de risitas y de papas que hacen reír a carcajadas a sus admiradores.

"Elsa Majimbo solo tiene 19 años. Es inteligente, insolente, segura de sí misma y desacomplejada", dijo de ella Boniface Mwangi, un célebre activista keniano hace unos meses.

En un año, su cuenta Instagram pasó de 7.000 a 2,3 millones de seguidores y la prensa internacional le ha desplegado la alfombra roja: New York Times, CNN, TeenVogue, Forbes Africa, que la consagró a principios de marzo mujer artista del año 2021.

Colorismo

Hoy, los videos cómicos son cada vez más raros. En las redes, "Elsa", que ha dejado sus estudios, desgrana el día a día mezclándolo con un festín de pizzas, viajes en business, sesiones de skateboard, colaboraciones comerciales e innumerables selfies.

"No me puedo creer que tengo el privilegio de ser Elsa Majimbo. Yo. Soy Elsa Majimbo. Es como jugar a la lotería y ganar", resumía recientemente, entre escapadas a Johannesburgo, Dubái o Kigali.

Como apunta Anyiko Owoko, experta en relaciones públicas, Majimbo empezó haciendo "bromas" antes de "convertirse en su propia marca". "Es la chica de al lado que se ha convertido en mundial", interpreta esta influyente emprendedora.

En marzo, la marca italiana Valentino se jactó de publicar un libro en colaboración con la joven, "en su primera incursión en el mundo del lujo".

Su "mejor amiga", la cantante Rihanna, la asoció el año pasado a la promoción de su marca Fenty, mientras que Beyoncé la situó entre una decena de mujeres que la inspiran, entre ellas la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez y la legendaria actriz Jane Fonda.

Pese a meses de negociaciones con su agente, que está en Los Angeles, la AFP no ha logrado una entrevista ni una sesión de fotos, pero en cambio recibió muchas recomendaciones sobre cómo evitar la etiqueta de "influenciadora" o el término "keniana", o "concentrarse sobre su carrera y no sobre el lugar donde creció".

Si en su país algunos se irritan con esta vedete que coloca la bandera sudafricana --donde se dio a conocer a nivel internacional-- en su Instagram, entre sus abonados hay numerosos africanos y negros estadounidenses que ven en ella una voz fuerte.

Pasadas las fanfarronadas, la influenciadora se ha manifestado en varias ocasiones a favor de los derechos LGTB (lesbianas, gays, transgénero y bisexuales) y del movimiento Black Lives Matter.

En enero, en el marco de una campaña titulada "Strong Black Lead", Netflix consagró un corto a esta jugadora aficionada de ajedrez, en el que la comparaba con la heroína de la serie "Gambito de Dama".

En el mismo evoca el peso del colorismo, es decir, las discriminaciones contra las personas con la piel más oscura.

"Estoy muy muy muy orgullosa de ser una joven africana con la piel oscura", dice Majimbo. "Nunca pensé que merecía menos que [los otros]. Pensaba que yo era lo máximo".

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