Ganar la final de una Copa América, contra Brasil y en el Maracaná, el deseo que muchos soñaron alguna vez, finalmente se hizo realidad. Los jugadores de la Selección dieron la vuelta olímpica, levantaron la copa y sus familiares a la distancia, festejaron con ellos.
Los padres de Rodrigo De Paul y Ángel Di María coinciden en que sus hijos se merecen haber ganado la copa porque dejaron todo en la cancha pero también en el camino para llegar hasta ahí.
Sacrificio, horas dedicadas exclusivamente a llevar a sus hijos a entrenamientos y partidos, fines de semana en la cancha, mucho dinero invertido en botines que no duraban más de un mes, sueños que amenazaron con romperse pero allí estaban los padres, alentando y apoyando a sus hijos para que lleguen a lo más alto del fútbol mundial y puedan vestir, algún día, la camiseta de la Selección Nacional.
Mónica, la mamá de Rodrigo De Paul, se emociona al recordar el día que su hijo la llamó para contarle que había quedado seleccionado para representar a su país: “Siempre quiso jugar al fútbol, era su sueño, dejó todo para estar donde está, se perdió de muchas cosas pero hoy es muy feliz, no tiene techo”.
Diana y Miguel, los papás de “Fideo” hablan del esfuerzo que hicieron para que Ángel pueda ser la figura que es y el apoyo que le brindaron cuando un técnico les dijo que por su contextura física no podía jugar profesionalmente al fútbol: “Le dije que mi hijo se iba a quedar en ese club, en la cancha o en el banco, porque los jugadores quedan y los técnicos pasan” cuenta Diana que le dijo al DT de su hijo, en ese momento.
El camino no siempre fue fácil pero ambas familias coinciden en que la unión, el apoyo y el amor familiar les permitió salir adelante y superar todos los obstáculos. Hoy nos cuentan orgullos que ellos los hicieron.
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