Ellos no hablan. Ladran. Y muerden. Pero desde hace unos años también van al psicólogo. Sí, para que no quede ninguna duda de que Buenos Aires es la capital del psicoanálisis, desde hace unos años también hay psicólogos para perros.
Y uno ejemplo es Gustavo Bianco, quien apenas se recibió de psicólogo se dio cuenta de que su pasión no es atender personas. Es, como lo intuía desde chico, atender perros.
Por eso decidió combinar sus conocimientos como adiestrador con los que había adquirido en la facultad y se convirtió en una suerte psicólogo canino.
“El título en realidad no existe, pero en la práctica empleo terapias cognitivo-conductuales de la psicología para tratar de corregir algunos comportamientos de los perros”, explica Gustavo.
El método consiste, básicamente, en premios y castigos. “Los casos que trato son muy variados. Hay desde perros que son muy agresivos, hasta otros que son hiperactivos o saltan todo el tiempo cuando se acercan a una persona”, explica.
Si bien cada raza tiene sus características, también depende mucho de cada perro y, sobre todo, de la crianza que haya tenido.
Cuanto más cachorro sea, hay más chances de que el tratamiento tenga éxito. A veces en pocas sesiones ya se ven los resultados, pero en otros casos se necesitan varios meses.
Lo cierto es que ya no solo las personas resuelven algunos de sus problemas en el “diván”. Ahora, también sus mascotas.
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