Portada  |  30 julio 2018

Viveza criolla, vergüenza ajena: el curro de los falsos discapacitados

La investigación de Telefe Noticias Documenta puso en evidencia el negocio de los certificados de discapacidad truchos en la ciudad de Buenos Aires, que otorgan el derecho al libre tránsito y estacionamiento en las calles porteñas.

Telefe Noticias Documenta

Por Nacho Girón

 ¿Bombardearon Buenos Aires? ¿Ocurrió un terremoto? ¿Alguna hecatombe? Estas son algunas de las preguntas, cargadas de ironía, que muchos se hacen al ver la creciente “inundación” de autos que circulan por la ciudad con el Símbolo Internacional de Acceso, el nombre oficial del certificado que otorga el derecho al libre tránsito y estacionamiento a las personas con discapacidad. 

Aunque cueste creerlo, hay quienes utilizan fotocopias de certificados de discapacidad o incluso originales, pero de personas ya muertas. El objetivo que persiguen es gozar de los mismos derechos que una persona con discapacidad para pasar una prueba más que difícil en Buenos Aires: encontrar un resquicio donde estacionar.

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Cristian es un mentiroso serial. Miente cada vez que abre la boca. Miente cuando dice que es el encargado de trasladar a un chico con retraso madurativo; miente cuando asegura que no obtiene ningún beneficio extra al colocar en el parabrisas de su auto el famosísimo símbolo de una persona en silla de ruedas; miente cuando jura que no conoce al dueño del vehículo que está estacionado a pocos metros del suyo y que curiosamente tiene el mismo número de certificado que él exhibe en su propio rodado.

Cristian Bravo es una de las miles de personas que en Argentina tiene un certificado de discapacidad trucho. La historia, no exenta de cierto ingenio, resume hasta dónde llega la “viveza criolla”: el primer paso consistió en fotocopiar a color un certificado verdadero. La oportunidad llegó de la mano de una mujer a la que le había brindado tareas de plomería y cuyo hijo adolescente sufre de un retraso de grado severo que le afecta el habla, la motricidad y el desarrollo cognitivo.

El segundo paso para el engaño fue todavía más fácil: Cristian le pidió a su hermano Waldo –socio en su oficio de destapar cañerías- que plastificara el papel que había sustraído, registrado en la Agencia Nacional de Discapacidad con el número 129521. Unos strickers azules y blancos bajados de Internet completaron la burda maniobra. Y así fue como en pocas horas obtuvieron dos carteles relucientes que enseguida empezaron a usar en sus autos para estacionar en lugares indebidos y evitar multas.

Por todo esto, cuando Cristian Bravo tuvo que enfrentarse con el equipo de investigaciones especiales de Telefe Noticias que le enrostraba sus irregularidades, no le quedó otra que hacer lo que le sale mejor: mentir. Aunque lo paralizó un súbito sentimiento de vergüenza ajena, no logró justificar absolutamente nada. Pero el caso de los hermanos Bravo está lejos de ser el único; hay tantos “modus operandi” como certificados fraguados.

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El Certificado Único de Discapacidad (CUD) es usado para obtener la cobertura integral de salud y medicación y también para tramitar el botín más preciado por los integrantes de la Argentina trucha: el Símbolo Internacional de Acceso, que otorga el derecho al libre tránsito y estacionamiento.

Los derechos de las individuos que disponen de los símbolos de acceso están contemplados por la Ley nacional 19.279 y por la Ley de la Ciudad 2.148. Sin embargo -como suele suceder en estas latitudes del mundo-, hecha la Ley, hecha la trampa.

El caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es paradigmático ya que hay cada vez menos lugar para transitar. De lunes a viernes circulan 1.600.000 autos y la ciudad dispone de 364.369 espacios para estacionar en la vía pública y de 610.693 lugares entre cocheras privadas y comerciales; es decir, si quisieran estacionar todos al mismo tiempo, cuatro de cada diez conductores no tendrían dónde dejar sus vehículos. Estacionar sin ser multado o enganchado por la grúa es casi un milagro.

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Pero cómo a cada problema la Viveza Criolla le encuentra una solución, la Ciudad está inundada de vehículos con certificados de discapacidad falsos. Con su uso, los conductores consiguen “beneficios” que no deberían conseguir. Para colmo, no sólo se aprovechan de un sistema ideado exclusivamente para personas con limitaciones de salud, sino que además lo aprovechan mal: tapan rampas, pisan sendas peatonales, usan cordones amarillos, tiran sus coches en la puertas de escuelas, hospitales o arriba de las veredas.

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¿Cómo hacen los “truchos” para obtener sus papeles? La investigación que Telefé Noticias vino llevando adelante desde hace más de tres meses descubrió todo tipo de maniobras: certificados con un titular real usado por uno trucho, certificados con discapacitados inventados y hasta certificados a nombre de muertos. Además, en las próximas horas revelaremos un material fílmico que promete ser un escándalo: los certificados apócrifos siendo vendidos por quienes deben controlar, un clásico del curro local.

Existen números oficiales sobre la cantidad de discapacitados, pero no existe aún noción de la cantidad de certificados truchos. Basta agudizar la vista para comprender que hay demasiadas personas arruinando los derechos de los discapacitados. Habrá que prestar atención: el próximo papel fotocopiado puede estar en la puerta de tu casa.

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